10.4.11

El Pago I

Ahí había un indio. Un indio parado vue estaba escuchando el leve susurro del viento mientras este avivaba la llama que hacia consumir en humo las verdes hojas bien trituradas en la cazoleta de su pipa. Cerro los ojos y comenzó a escuchar, envuelto en la ultima imagen que sus ojos habían percibido, el azul cielo que se extendía por sobre su cabeza, manchado de blancas nubes y atravesado por una estela humoral.

En su cabeza hubo sonidos, traídos desde los recuerdos de su niñez. Sonidos de animales, sonidos de vientos, sonidos de tormentas y mil otros sonidos mas. Cuando respondió a su boca seca relamiéndose los labios en un intento de conseguir agua instintivamente, su mente volvió a inundarse ya rebalsando de recuerdos.

Se vio a él mismo. Se vio en un prado verde, con manchas coloridas de flores, con un aire celeste que daba un cierto tono viejo al paisaje y escucho, en su recuerdo, el sonido metálico de los pasos sobre las vías del tren.

Abrió los ojos en un infructuoso intento de escape, los rayos del sol que le apuntaban lo obligaron violentamente a volver a cerrarlos y generaron en él una incertidumbre: ¿hacia cuanto que se había dormido? ¿Se había dormido en realidad? Sus ojos, nuevamente cerrados, vieron una imagen antigua, confusa, fría… El sonido metálico del fondo persistía. Su mente no podía tener paz.


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